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American Dreams

 

El lenguaje por sí solo resulta no ser suficiente para proporcionarnos una idea de la vida en toda su complejidad y misterio.  A través del arte, pareciera que adquirimos la capacidad de aproximarnos a aquello que no es expresable con las palabras; la función del artista puede ser, a veces, la de acceder a lo desconocido, a lo impronunciable. En este sentido, los símbolos aparecen por la necesidad de expresar lo que el pensamiento apenas adivina o intuye.

 

American Dreams, la obra mas reciente del artista Jim Fannkugen, nos habla del intercambio económico y del intercambio de sentido.  En contravía con la idea de colonialismo como un periodo histórico agotado, esta exposición  dilucida parámetros de valor que impugnan tradiciones culturales ancestrales. Con la intención de crear un terreno propicio donde puedan habitar tales exabruptos, Fannkugen siembra de contradicciones lo que ya por naturaleza es pérfido, señalando así cómo se introduce la ficción en los procesos económicos y culturales.

 

Un pequeño lagarto, extraído  de “El Pecado Original“ de Hugo Van der Goes (pintor flamenco del siglo XV) detona una angustiante mitología, en la que conviven  diferentes escalas y  épocas, propiciando encuentros poco probables que enmarcan un cierto ambiente de procacidad. Tal y como sucede en la obra que le sirve de fuente, la representación del pecado no está dada por una serpiente, sino por un bípedo a medio camino entre hombre y reptil, cuyo rostro es el de Fankunngen. El artista en vez de servirse de un arbol de manzanas como símbolo de la provocación, lo hace de uno de coca, delicadamente reconstruido con hojitas secas, que ha guardado en un libro y luego montado sobre la planta también seca. De esta forma,  utiliza al arte mismo como sutil moneda de intercambio de sentido, al señalar las resignificaciones que las culturas dominantes hacen sobre las dominadas.

 

La obra de Fannkugen se ha visto signada por la reiteración  del autorretrato; reiteracion que pone en juego la ambigüedad del yo, donde el artista impunemente como tantos otros se ubica de los dos lados de la moneda. El crítico Jaime Cerón ha señalado que Fannkungen al representarse a sí mismo como un objeto siniestro plantea que la función del autorretrato es producir un yo que pueda entenderse como extraño. En uno de sus retratos en video, el artista aparece mambeando hojas de coca, para producir una mezcla que sirva como pigmento, posteriormente  utilizada en algunas de las pinturas de la muestra, con lo que se incorpora a la obra no sólo el producto sino también el ritual que le dio forma.

 

En el marco de la profunda crisis financiera y política iniciada en el 2007 y extendida a casi todo el planeta, muchas de las tradicionales funciones del dinero se trastocaron.  En un mundo que lleva ya décadas reemplazado los billetes físicos por dinero virtual, se dio el ambiente propicio para una realidad mediatizada donde por arte de magia o de mafia todos observamos en los medios masivos cómo miles de millones de dolares desaparecían de los inventarios de los bancos, porque al parecer dicho dinero, al igual que las tradiciones de nuestros pueblos originarios, también era producto de la ficción. 

 

 En estas obras se intenta expresar a través de ejercicios de contraposicion y yuxtaposición un imaginario donde pueden coexistir Guaman Poma (cronista indígena del siglo XVI) y George Washington (presidente de los Estados unidos del siglo XVIII).  Así una moneda disfrazada, una que pretende un valor de uso superior al de las otras, de pronto se ve desenmascarada.

 

La búsqueda de tratamientos diversos y la riqueza plástica de cada imagen u objeto presentado permite que el artista los use  como ejemplos de conciencia o funcionamiento social. Con esta experiencia se construye un conjunto sugerente que se encuentra entre lo subjetivo y lo inicuo.  El sueño americano a pesar de ser leído como un sueño de equidad, legalidad y prosperidad económica, también termina siendo desvirtuado como le sucede a las culturas colonizadas. Es un juego perverso entre la cultura hegemónica y las subyugadas, donde con cara, tú ganas; con sello, yo pierdo.

 

Por

Guillermo Marín Rico

 

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