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Jim Fannkugen utiliza su cuerpo como soporte de la obra y plantea con irreverencia una nueva iconografía, contrapuesta a la ya caduca de las imágenes religiosas. la hegemonía del cuerpo, que en los años sesenta se planteó como territorio y símbolo de la liberación sexual, en los noventas y principios del siglo XXI se  proyecta en la obsesión por la salud y la belleza, en convivencia reciproca con otros paradigmas masoquistas, cercanos a lo que podríamos llamar el cuerpo lacerado, reminiscencia de lo tribal africano.

 

Armando Montoya

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